martes, 19 de marzo de 2024



El título parece una advertencia de un prólogo en un libro profético, pero nada más cercano a la realidad, es más bien, una alerta en la crónica de una muerte anunciada. Veamos, un artículo de Folch nos presenta, tal y como lo dice en su nombre “el largo camino hacia la ética ambiental", pero, en este caso, es necesario aclarar que la moral nos refiere al conjunto de valores y normas compartidos por una comunidad que ordenan nuestras acciones, en tanto, la ética es una reflexión sobre la moral, un discurso más explícito y racional, justificado con razones (Gentilli, Pablo 2000). En este sentido el discurso de Folch, argumenta que la actual crisis ambiental es producto de una visión antropocéntrica del mundo que ignora la interdependencia entre los seres humanos y la naturaleza. Para superar esta crisis, es necesario desarrollar una ética ambiental que reconozca el valor intrínseco de la naturaleza y la responsabilidad moral que tenemos hacia ella, sobre todo, cuando expone que aún no pensamos como una especie sino como grupos culturales parciales, y en tal dirección, cita al autor Carbonell para expandir su argumento evidenciando que nuestro comportamiento como especie es el de una plaga, generando ciclos de consumo sobre los recursos naturales. Básicamente, la visión antropocéntrica considera a la naturaleza como un simple recurso al servicio del ser humano, pero es el humano el que debe comprender su lugar en la naturaleza.

Continuando la idea de Folch, “los humanos civilizados son humanos ambientalmente regulados por vía jurídica”, dice, lo cual tiene consistencia si pensamos que hemos mistificado los recursos, a los cuales llamamos naturales. Le dimos capacidad, energía y poder. Si se los considera infinitos como instrumentos de suministro, no pueden tener valor de mercado. Para ello, deben ser escasos, limitados, propensos a las condiciones del ambiente. Hay que cercarlos y transformarlos en mercancía para crear “recursos naturales ilimitados” (Kneen, Brewster 2013).

Folch entiende que la relación entre la sociedad y la naturaleza atraviesa una crisis civilizatoria y para entender la crisis actual y las dificultades para enfrentarla a nivel político, es fundamental conocer su origen. Esta perspectiva hace foco en que las alternativas deben ser soluciones reales y diversas (Tornell y Montaño, 2023).

La relación de la sociedad y la naturaleza expone, que la sociedad accede a satisfacer sus necesidades transformando y modificando los entornos de desarrollo, pero estará circunscripta a la cultura, en una época y lugar determinados, porque no todas las culturas son iguales, de hecho podemos entender a la cultura como la manera en que las distintas sociedades reaccionan a la naturaleza, y para acceder a ella será mediante el uso de la tecnología, la cual creará nuevos entornos sociales, basados en su capacidad de crecimiento y desarrollo. ¿Plaga o especie? Esa es la cuestión… Pensar a la naturaleza como un mercado listo para ser explotado, es parte del engaño que existe en una estafa piramidal sobre el ambiente, que propone compensar daños en lugar de reducirlos.

Si, como dice Yuval Harari, pasamos de ser animales a dioses, entonces fue gracias a las actitudes sociales que señala Folch, controlando la información y la energía, mediante el ejercicio de la religión y la política, que fueron instrumentos de dominio territorial. Control del espacio, identificación de elementos y explotación de recursos naturales: tal como lo fue la revolución agrícola, la cual amplió la suma del alimento a disposición, pero no se tradujo en una dieta mejor, sino en explosiones demográficas y élites consentidas, más comida para más personas (Harari, Yuval 2000).

Un actor crucial para comprender esta situación puede ser evidenciada en el trigo. El trigo es una planta que pertenece a la familia de las gramíneas, su origen data de la civilización mesopotámica, entre los valles de los ríos Tigris y Éufrates en el Medio Oriente, es el cereal más cultivado alrededor del mundo en poco más del 17% de tierra cultivada, siendo el hemisferio norte el que reúne las mejores condiciones para su cultivo. (Fuente)

Repasemos la idea:

Nuestra civilización tiene una mirada antropocentrista del mundo, domesticando razas y cultivares, cercando los elementos en la naturaleza, para crear recursos naturales, que solo pueden perpetuarse con la intervención humana, generando un mercado en el ambiente natural al que solo se modifica con el uso de la tecnología.

El trigo permitió a los humanos producir más alimentos con menos esfuerzo, lo que llevó a un aumento de la población y al desarrollo de las primeras ciudades. También contribuyó a la estratificación social, ya que algunos individuos pudieron acumular más riqueza que otros al controlar la producción de alimentos. Harari, interpela la historia en su libro:

¿Qué es, pues, lo que el trigo ofrecía a los agriculturalistas? No ofrecía nada a la gente en tanto que individuos, pero sí confirió algo a Homo sapiens como especie. Cultivar trigo proporcionaba mucha más comida por unidad de territorio, y por ello permitió a Homo sapiens multiplicarse exponencialmente. Hacia el año 13000 a.C., cuando las personas se alimentaban recolectando plantas silvestres y cazando animales salvajes, el área alrededor del oasis de Jericó, en Palestina, podía sostener todo lo más una tropilla errante de 100 personas relativamente saludables y bien alimentadas. Hacia el 8500 a.C., cuando las plantas silvestres habían dado paso a los campos de trigo, el oasis sostenía una aldea grande pero hacinada de 1.000 personas, que padecían mucho más de enfermedades y desnutrición.

Patricia Aguirre en su obra "Devorando el planeta" amplia la visión política del uso del trigo. Este tipo de cereal que la cultura occidental entroniza es una fuentes de energía, con capacidad de conservación, facilmente cultivables, pero no es perfecto. Tiene gran potencial político: facil de guardar y durable. Aguirre critica la producción industrial del trigo por:

  • Su dependencia de combustibles fósiles: La maquinaria agrícola, los fertilizantes y los pesticidas requieren grandes cantidades de energía fósil para su producción y uso.
  • Su impacto en la biodiversidad: La expansión de los monocultivos de trigo ha contribuido a la deforestación y a la pérdida de biodiversidad.
  • Su uso de agua: El riego es indispensable para el cultivo del trigo en muchas regiones del mundo, lo que genera una gran presión sobre los recursos hídricos.
  • Su contaminación del suelo: El uso excesivo de fertilizantes y pesticidas puede contaminar el suelo y las aguas subterráneas.

Es decir, el trigo es un alimento básico para la humanidad, pero su producción industrial tiene un alto costo ambiental. Además, la producción industrial del trigo depende de combustibles fósiles, contamina el suelo y las aguas, y reduce la biodiversidad. Es como menciona Folch, que los humanos tuvieron una intervención cultural sobre sistemas homeostáticos ecológicos, como una manera de asegurar el funcionamiento de la cadena alimentaria. Pero seamos claros, la producción industrial del alimento más común del planeta, como es el trigo, tiene un gran impacto en el cambio climático. Pasamos de un prado exultante a un monótono trigal fumigado.

En nuestros tiempos modernos tenemos antecedentes, tales como el de 2011 en el Internacional Rise Research Intitute en Filipinas, con el arroz, que fue modificado para resistir alteraciones ambientales al cambio climático y a anomalias meteorológicas.

En Argentina, el trigo HB4 es un trigo transgénico desarrollado por la científica Raquel Chan y la empresa Bioceres. Este trigo ha sido modificado genéticamente para tolerar la sequía, lo que significa que puede crecer y producir rendimientos aceptables incluso en condiciones de escasez de agua. Pero lo que no te dicen es que tiene tolerancia al glufosinato de amonio, un herbicida. Esta tolerancia es una de las características principales del trigo HB4, ya que le permite ser rociado con este herbicida para controlar las malezas sin que el trigo sufra daños.

El uso del glufosinato de amonio con el trigo HB4 ha generado controversia. Algunos críticos argumentan que este herbicida es tóxico para los humanos y el medio ambiente, y que su uso podría tener consecuencias negativas a largo plazo. En este sentido, Bioceres, la empresa que desarrolló el trigo HB4, sostiene que el glufosinato de amonio es un herbicida seguro y eficaz. La empresa también afirma que el uso del glufosinato de amonio con el trigo HB4 permite a los agricultores reducir el uso de otros herbicidas más dañinos.

Los defensores del trigo HB4 argumentan que esta tecnología tiene el potencial de aumentar la producción de trigo en Argentina y en el mundo, lo que podría ayudar a combatir el hambre y la pobreza. También señalan que el trigo HB4 es una herramienta importante para adaptarse al cambio climático, ya que las sequías son cada vez más frecuentes e intensas.

¿Tenemos seguridad? La diferencia más evidente entre seguridad y soberanía alimentaria es que esta última insiste en que no se trata únicamente de cubrir la necesidad de alimentos, sino de hacerlo con dignidad y autonomía. Veronica Villa apunta que:

Para lograrlo, es indispensable que el acceso y gestión de la tierra, los territorios, las aguas, las semillas, el ganado y la biodiversidad estén en manos de quienes producen los alimentos y, para ello, debe haber sólidas leyes nacionales e instrumentos internacionales que protejan estos derechos. Para evitar la especulación con los precios y que al mismo tiempo se garanticen ingresos dignos para los pueblos, comunidades y organizaciones de producción [...]

O pensamos como especie o ingresamos al colapso de nuestra civilización dócilmente...


Bibliografía consultada:

Folch, R. (2007). El largo camino hacia la ética ambiental. Barcelona: Icaria Editorial.

Armenteras, D., González, T. M., Vergara, L. K., Luque, F. J., Rodríguez, N., & Bonilla, M. A. (2016). A review of the ecosystem concept as a “unit of nature” 80 years after its formulation. Ecosistemas: revista científica y técnica de ecología y medio ambiente, 25(1), 83–89. https://doi.org/10.7818/ecos.2016.25-1.12

Ricklefs, R.E. 1998. Capítulo 6: Energía en el ecosistema. Pp 145 - 165. En: Invitación a la investigación a la Ecología. La Economía de la naturaleza. Cuarta edición. Editorial Medica Panamericana, SA Buenos Aires, Argentina.

Margalef, R. 2002. Capítulo 2: Sistemas Físicos y Ecosistemas. pp 79 - 103. En: Teoría de los sistemas ecológicos. Alfaomega. Grupo Editor. Barcelona, España.

Hardin, Garrett. La tragedia de los comunes. Polis, Revista de la Universidad Bolivariana, vol. 4, núm. 10, 2005, p. 0 Universidad de Los Lagos Santiago, Chile. https://www.redalyc.org/pdf/305/30541023.pdf

JAMES LOVELOCK, LYNN MARGULIS. Por: Erwin Andrei Hortua Cortes. Universidad Distrital “Francisco José de Caldas” andreihortua@gmail.com. Julio de 2007. https://mon.uvic.cat/tlc/files/2016/06/GAIA-lovelock_margulis_gaia_2__contra-versus.pdf

Harari, Yuval Noah. De animales a dioses. En linea: https://www.pratec.org/wpress/pdfs-pratec/De-animales-a-dioses-Breve-historia-de-la-humanidad.pdf


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