miércoles, 14 de febrero de 2024



Una vez, el gran poeta persa Saa'dí escribió: "sino sientes la pena de los demás, no mereces ser llamado humano". Una frase que hoy tiene una importancia enorme, porque es un llamado de atención para un mundo globalizado, conectado como nunca, pero que dejó de asombrarnos hace mucho tiempo. ¿En qué momento perdimos el deseo de conocer, de saber en profundidad?. La belleza irreal del mundo digital nos ha puesto un manto delante de nuestra capacidad de asombro mediante el contenido difundido en redes sociales y medios masivos digitales, que trazan una línea de datos, con poco análisis y muchas veces con un sesgo casi determinista de voces calladas que no pueden expresarse. Es un reflejo deformado de la vida y de nuestras expectativas como personas, pero ¿por qué? Obviamente pretendemos que nuestra vida sea lo más placentera posible y utilizamos los medios como las redes sociales para satisfacer esas efímeras necesidades de muchos likes, esbozando una vida que poco se acerca a la realidad. "Creamos mundos digitales perfectos y expuestos a la opinión pública en una búsqueda constante de reconocimiento (seguidores, likes, comentarios, etc.)." (Suarez Fernandez, 2024) .Pero ¿dónde ha quedado el aspecto realmente social de nuestra humanidad?

En los últimos días y desde hace años el mundo ya no se horroriza por lo que sucede en algunos partes del planeta. Si en plena era global de comunicación implacable no podemos ser las voces de aquellos que sucumben a la matanza, de los que piden al mundo ayuda y hacemos como si nada, entonces, no merecemos se llamados humanos...

Exsisten varios pueblos en el mundo que se ven castigados por bombardeos, limpiezas étnicas, matanzas y crueldad de las que nadie habla... Los bombardeos en Gaza, son cada vez más intensos, las imágenes de soldados asesinando niños, los colonos isrealíes festejando a las afueras con música electrónica celebrando la muerte, la postergación, el genocidio, son apenas pinceladas para expresar el marco que se desarrolla en los territorios.

Pero el silencio global no para allí. El gobierno de Turquía endureció su postura contra los kurdos, bombardeando Rojava, que es una región con una administración autónoma bajo control del pueblo kurdo en el norte y este de Siria, donde las mujeres se instruyen militarmente y buscan deconstruirse. Mediante ataques aéreos, además utilizando drones con incesantes asedios sobre la población civil, desde Turquía, impregnan de miedo el territorio. Así lo informaba Hawzhin Azeez:

En octubre de 2023, cuando comenzaron los bombardeos a niveles sin precedentes, los campos de refugiados de desplazados internos también fueron atacados, provocando terror e incertidumbre masivos. Pero esto también coincide con el manual anterior de Turquía, que es sembrar miedo entre los civiles kurdos con la esperanza de que huyan de la región. Desde octubre, Turquía ha iniciado una ronda integral de bombardeos repetidos contra infraestructuras esenciales como estaciones de agua, gas y electricidad . El objetivo es desplazar a los civiles, provocar un éxodo masivo y crear condiciones que hagan la vida insoportable en la región.

Pero justo cuando estallaba esta locura de matar civiles inocentes, entre líderes políticos se avizoraba los pases de factura: Erdogan, presidente de Turquía, lanzaba una fuerte crítica a Benjamin Netanyahu, primer ministro de Israel, por el genocidio en Gaza: “¿Cuál es la diferencia entre usted y Hitler?" lanzaba sin mediar culpa. Sin embargo, las situaciones son increíbles, justificar una matanza por otra, con argumentos poco reales, resultó poco verosílmil, cuando aún suceden éstas acciones. Lo que pasa en Rojava, lleva años al igual que en Gaza, con un recrudecimiento sin precedentes, en los últimos meses. Hay un libro que recomiendo, que se llama justamente Rojava, de la autora Magda Tagtachian, quien ilustra con una sutileza impactante la realidad de los campos de refugiados, la lucha de las mujeres en Medio Oriente y del pueblo kurdo hostigado por Turquía.

Pero enero del 2024, siguió siendo testigo de más crímenes contra pueblos sometidos por la violencia, como los son los armenios de Artaj, una región autónoma en disputa por Armenia y Azerbaiján, desde hace muchos años. En los tres casos sucede una situación casi incomprensible, llamar terroristas a las poblaciones locales de las que desean deshacerse, los isrealíes contra los palestinos, los turcos contra los kurdos y armenios y los azeríes contra contra los armenios, utilizan el mismo argumento, el concepto de terrorista. Un publicación a cargo de la Dra. Nélida Boulgourdjian , Secretaria de la Cátedra Libre del Pensamiento Armenio de la UNLP, evidencia claramante la situación:

[...] el presidente de Azerbaiyán en reiteradas oportunidades afirmó que los armenios del mundo son enemigos. Por su parte, el presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, aliado incondicional de Aliyev, vinculó la situación actual con el genocidio armenio de 1915 cuando declaró: "Terminaremos lo que comenzaron nuestros abuelos".

Primero se comenzó bloqueando el corredor humanitario en la zona, perpetrando un genocidio en curso contra la población de Artsaj al no permitirse el paso de medicina, alimentos y otros productos esenciales, para luego comenzar con el uso de ataques militares a civiles. Misma situación que viven hoy los palestinos en Rafah.

Sin embargo, la situación no termina ahí, el mundo es testigo de un holocausto silencioso en la República Democrática del Congo, con millones de personas atacadas desde la frontera con Ruanda , donde se denuncia, que milicias apoyadas por Estados Unidos, Francia e Isreal, quieren hacerse del cobalto, coltán y la casiterita, minerales indispensables en la fabricación de placas electrónicas de la industria militar, bancos, juegos de consola, comunicaciones, etc. El sitio Piensaprensa.com tiene un informe con gran detalle donde, por ejemplo, expone el caso de una sobreviviente:

“Todos mis hijos fueron decapitados. Mi madre también. Llegaron a las 10 de la mañana disparando al aire. Rodearon el pueblo y quemaron todas las casas. Asesinaron a todos los que intentaron huir y persiguieron a cualquiera que se escondiera en el bosque. Es un milagro que haya escapado”, narra Marie, que perdió a su madre, sus dos hijas adolescentes y sus hijos pequeños, de tres y dos años.

¿Por qué nos nos asombra o no nos causa estupor saber que Estados Unidos está involucrado en estos actos? ¿Qué dilema colonial posee Francia con el contienente africano que no suelta sus recursos? Lejos en el tiempo parece haber quedado la insurrección en el Sahel contra Francia hace unos meses. ¿Qué pretende Israel participando en otro genocidio y actuando como inocente histórico? Millones de personas son masacradas en los ejemplos citados, pero muchas más se ven afectadas en la misma situación. Tampoco nos tenemos que olvidar de los problemas que vive la sociedad en Afganistán, sobre todo las mujeres por parte de los Talibanes, el drama de la guerra civil en Siria, la rebelión de los houtíes en Yemén y la puja de Arabia Saudita por eliminarlos, ni hablar de los desplazamientos del pueblo saharaui a sangre y fuego que Marruecos inyecta para expulsarlos hacia Argelia y Mauritania, ni del conflicto eterno que viven Rusia y Ucrania.

Es desconcertante pensar lo que nos hace humanos, cuando no somos capaces de expresar solidaridad. Compartir en las redes, estas situaciones, puede que no detengan las guerras, pero evita que los miles que mueren cada día sean olvidados. Parafraseando a Carlo Rovelli, evidentemente tenemos una visión desenfocada del mundo y muchas veces nuestras intuiciones sobre el mismo, son erróneas. Es tan profundamente distinto que socava nuestra forma habitual de comprender la realidad. Prohibido olvidar la lucha de los pueblos que desean (sobre) vivir...

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